El príncipe Juanillo y sus compañeros respetaban la edad de Fray Blas, aunque solo eso, y le permitió celebrar Misa y que les predicara una última vez antes de ejecutarlo. Él no tenía miedo morir, pero estaba tremendamente triste por las acciones asesinas de Juanillo y sus compañeros. Fray Blas, preocupado de que no hubiera sacrilegio, tomo todas las hostias consagradas que sobraron del tabernáculo y las consumió. Después de la Misa, el joven miro como Fray Blas demostraba su cariño a los residentes de la misión. Después, ellos lo ataron con una reata (ya que ellos eran conscientes de su fuerza – ellos sabían que él no lo prohibiría si lo dejaban desatado) y lo hicieron mirar mientras sin piedad destruían la capilla. Después de romper las vestiduras sacerdotales, destruir los retablos, y arruinar las copas sagradas, le encajaron un palo hasta matarlo el 16 de Septiembre de 1597 en la Misión de Tupiqui.
En la pintura, Fray Blas lleva un habito despintado y viejo que indica sus muchos años en el Nuevo Mundo (el cinto, o cinturón de cuerda, con tres nudos que indican la Trinidad y que es usual en un habito Franciscano no se mira; mirar el retrato en la parte de atrás de Fray Pedro).