Padre Miguel simulaba ser un hombre con destino. Él fue puesto como encargado de la Misión Santa Catalina, la cual era la más grande y vieja misión del Guale. Él tenía grandes planes para hacerla crecer: un pueblo con muralla y plazas, dos pozos, dos iglesias blancas, un convento, y una plaza grande. Una campana de bronce se llamaba para atraer a la gente de Guale a rezar. La Misión de Santa Catalina era una misión con tanta riqueza que España había pensado cambiar aquí la capital de Florida, la cual estaba en San Agustín en ese entonces. Esta Misión se parecía más y más a una misión principal de la cual saldrían docenas de misiones para la gente de Guale.
Con sus propias manos Padre Miguel había construi-do la hermosa cruz de la Misión de Santa Catalina, sin imaginarse que pronto el seria enterrado ahí mismo. El padre estaba todavía en el proceso de conocer a la gente de Guale; cuando el predicaba, usaba un traductor (Fray Antonio de Badajoz), aun así la gente de Guale respetaba mucho a Padre Miguel. El jefe local había ya dado avisos a él y a los otros sobre una guerra, pero los frailes dedicados decidieron quedarse en sus lugares en la misión. Talvez tuvo que ver con algo sobre la liturgia del día 17 de Septiembre, la Fiesta de la Estigmas de San Francisco. La lectura del Evangelio para la Fiesta incluía las palabras, “Todo el que pierda su vida por causa mía la encontrara.”